Durante todo el proceso de embarazo se hace mucho hincapié en los buenos hábitos de alimentación que la madre debe tener en general para asegurar no sólo el bienestar de su bebé, sino también por la propia salud de la mamá.
Esta recomendación suele darse ya que se tiene la falsa creencia que la mamá durante el embarazo tiene “permiso” para “comer por dos personas”, abusando con ello muchas veces de las porciones o bien, dando rienda suelta a hábitos alimenticios poco saludables, e inclusive nocivos.
Lo regular es que la mamá suba entre 11.5 a 16 kilogramos durante todo el embarazo, siendo común aumentar hasta 2 kg en el primer trimestre y de ahí una relación de 1 kg cada quincena. Claro que esta no es una regla escrita, ya que como en toda esta vivencia, los eventos son multifactoriales teniendo en cuenta el peso de la mamá previamente, factores de genéticos, edad, etc.
Por lo anterior, lo correcto es que una vez que te enteres del embarazo, se lleve un control del mismo junto con tu ginecólogo, quién dará seguimiento a tu aumento de peso, así como podrá derivarte a un nutriólogo que te puede apoyar a llevar una dieta saludable y tener las mejores prácticas en esta etapa.
Una vez que tu bebé ya nace, es común (e inclusive como parte de seguir edificando ciertos mitos) que se le haga creer a la mamá que para que su leche sea nutritiva debe llevar una dieta estricta y perfecta, privándole de ciertos alimentos o bebidas ya que, de lo contrario, puede poner en riesgo la composición o sabor de su leche, afectando a su bebé.
Alimentación Balanceada.
La clave de la alimentación durante la lactancia es la misma que nos debe acompañar durante toda nuestra vida: dieta balanceada considerando verduras, frutas, cereales, leguminosas y alimentos de origen animal, lo anterior de manera proporcional en lo que se conoce como “El Plato del Buen Comer”
No existe ninguna condicionante por si sola por la que una madre lactante cuente con exactitud y precisión la cantidad de ingesta de x o y grupo alimenticio. La alimentación de una mamá influye muy poco en la composición de la leche que produce, y esto se debe a que la composición de la misma atiende primariamente más a la propia necesidad que presenta el bebé y sus necesidades que en sí a lo que la madre come. Ya en otras ocasiones se ha hablado de la propiedad química cuasi-mágica de la leche materna para adaptarse al medio. Un ejemplo podría ser si el bebé presenta alguna enfermedad, cambia su composición para ayudarle a superarla.
Adicional a los consejos generales de mantener una dieta balanceada, podemos sumar los siguientes:
Para el consumo de medicamentos siempre será importante que consultes con tu médico sobre el impacto que pudieran tener en tu lactancia, y en caso de que dichos medicamentos se excreten a la leche materna, con riesgo para tu hijo, se haga la modificación pertinente a otro medicamento que no sea de riesgo.
Adicional a la consulta con el médico, te dejamos una liga que puede ser de ayuda para tener una guía rápida para ver que sí y que no es compatible con la lactancia: https://www.e-lactancia.org/
Alimentos para aumentar la producción de leche
Existen muchos mitos alrededor de ciertos alimentos por tener propiedades que supuestamente generan un aumento en la producción de leche.
Recordando lo que hemos comentado en otras de nuestras secciones, la regla de oro de la lactancia nos deja muy en claro que el aumento de la producción láctea atiende básica y exclusivamente al aumento de la demanda, sin embargo, como muchos mitos, algunos alimentos mágicos “aumenta-producción” tienen una base lógica sobre el porqué se les considera importantes. Veamos algunos de los más mencionados:
Alimentos que se deben evitar
Como ya lo comentamos hay muy pocos alimentos que deban excluirse durante tu lactancia. Por recomendación general, se sugiere limitar el consumo de ciertos pescados tales como pez espada, tiburón o aguja, a no más de 2 raciones ya que pueden contener elementos contaminantes.
Si decides hacerlo, contempla un periodo de gracia de al menos dos horas y media posterior a la toma de la bebida. Puedes extraer leche materna previamente a ingerir la bebida alcohólica para cubrir la necesidad de tu bebé sin riesgo.
Hablemos de la alergia.
Cuando un bebé presenta molestias de reflujo, gases, inflamación, estreñimiento, salpullidos, etc. Lo más común es que se termine culpando la dieta de la madre por ser responsable de una reacción alérgica al consumir alimentos que puedan ser dañinos para el bebé. Y aunque este si es un escenario que pueda ser realidad, los estudios sugieren que la proporción de bebés alérgicos a componentes de la leche de su mami es mínimamente superior al 1%, por lo que se requieren estudios de laboratorio y con soporte de personal médico para realizar tal aseveración.
Generalmente los problemas gástricos de los bebés atienden más a temas de inmadurez de sus estómagos, así como a problemas relacionados con malos agarres o tomas inconclusas, los cuales ahondaremos más en nuestra sección de “Popos en la Lactancia”.
Ahora bien, cuando se confirma que existen temas en la dieta de la madre que afectan al bebé, generalmente responden más al consumo de leche de vaca, huevos, maíz, proteína de soja, a en si comidas picantes o especias. Lo anterior, solo puede ser confirmado por especialistas médicos para poder identificar a los culpables y proseguir sin problemas con la lactancia materna.
Pérdida de peso.
Es una realidad que la producción láctea consume en tu cuerpo bastante energía, a razón de –cuentas más, cuentas menos- unas 500 calorías. Esto normalmente hace que las mujeres pierdan con mayor rapidez el peso ganado durante el embarazo, sin embargo, no es una regla, ya que depende adicionalmente de otros factores tales como el apetito del bebé, tu complexión, metabolismo, IMC, nivel de actividad física, etc.
Nuestra sugerencia es que en este periodo cuentes con la asesoría nutricional de un experto para que puedas vivir esta etapa al máximo, con salud tanto para ti como para tu bebé.